martes, 14 de junio de 2011

¿Quién dijo crisis habiendo talento?

Optimismo, frescura y canciones que nos invitan a viajar en el tiempo. The Phoenix Foundation se han constituido como una de las bandas revelación de este año y no es para menos. Pese a llevar más de diez años en activo,  ha sido éste  el álbum que les ha propiciado ese salto al panorama internacional. Fue publicado  el pasado enero en Reino Unido,  y llegó a nuestro país el pasado mes, pero la espera ha merecido la pena. Estos neozelandeses han demostrado que se puede seguir manteniendo esa línea clásica del pop que tanto se echaba de menos.
Buffalo  es un álbum corto pero de una gran intensidad. Sus diez canciones reflejan y acompañan los diferentes estados de ánimo, son pequeñas historias melódicas que van desde el sosiego del espíritu hasta la exaltación del mismo.
Un disco excepcional en el que la influencia de la música de los sesenta se hace más que notable. Así se pueden encontrar canciones como Eventually, canción que abre el disco, o Skeleton ambas deslumbrantes,  en las cuales  la voz deja de ser la principal protagonista de la composición y lo que verdaderamente llama la atención es la melodía, que aparece con una estructura ondulante y envolvente que provoca en el oyente una sensación de placidez enorme. Así, se deja entrever  un giro temporal hacia esa psicodelia de mediados de los años sesenta propias de formaciones como Jefferson Airoplane o Blossom Toes. Siguiendo en este viaje de majestuosa sonoridad, también encontramos un guiño a ese estilo más pop . Así temas como Bitte Bitte , Orange& Mangos  o Pot  poseen ese toque de luz, de energía, propios del pop más naïf  y que transmite una enorme positividad con una serie de coros en continuo crecimiento que renuevan y aportan una gran vitalidad.  A medio camino encontramos canciones que se encuentran entre el antes y el ahora . Así lo refleja la que da nombre al ábum,  Buffalo, una mezcla entre la electrónica ligera,  en la que una melodía lineal hipnotiza, y el estilo pop ya que la voz nítida y directa del cantante junto con los coros dan movimiento a la aparente estructura estática de la melodía.  
Y como última escena en esta variedad paisajística musical, se encuentran numerosos rincones de serenidad. Así en canciones como Bailey´s Beach o Golden Ship , esta última es la que cierra el disco. Ambas son la fiel representación de esa calma  tras la pequeña tempestad.  Melodías al más puro estilo folk  que provocan la creación de una atmósfera solemne y emotiva en las que las guitarras se tornan más íntimas y personales y  los acordes sencillos provocan una elegancia abismal en la composición.
Una obra maestra, un viaje hacia los rincones más emblemáticos del sonido. Un álbum en el que el cuidado y la armonía van de la mano.